'La bella durmiente' es un cuento clásico que todos conocemos. La versión más conocida es la de Perrault; los hermanos Grimm también escribieron una versión, aunque su origen es mucho más antiguo y la historia original, como la mayoría de los cuentos populares tradicionales, mucho más truculenta.
La historia de la joven durmiente y de su liberador, el Príncipe Azul, es el más romántico de los cuentos de hadas. Rosalinda es una princesa dulce y delicada, bendecida por los dones de las hadas. Pero un maleficio la hará caer en un sueño semejante a la muerte; pero tras el largo invierno siempre llega la primavera...
El autor de esta versión, Charles Seddon Evans, fue un maestro de escuela hasta convertirse en editor, llegando a presidir una de las mayores editoriales del globo. Entre sus primeros pasos en este mundillo está esta versión del clásico cuento, escrita especialmente como base para el trabajo de Arthur Rackham, artista muy conocido por las ilustraciones que a principios de siglo XX realizó para muchos libros de cuentos. Las sombras chinescas de Rackham (que ilustran profusamente, casi en cada página, la obra) aportan al cuento un matiz más de fábula oriental, de historia de ensueño como no es de otra manera 'La bella durmiente'.
Bruno Bettelheim, en su 'Psicoanálisis de los cuentos de hadas', relacionaba esta historia con el despertar sexual juvenil, tanto masculino como femenino, y veía en la actitud de los padres de Rosalinda, los reyes, un intento por evitar lo inevitable, es decir, el florecimiento de ésta como mujer. Para el autor, las connotaciones de la rueca, la habitación secreta del castillo, donde la protagonista termina pinchándose y desfalleciendo, eran una alegoría de ese despertar sexual, de la menstruación y los períodos de languidez o abulia que habitualmente sufren los adolescentes. Junto a ésta, hacía otra lectura de carácter más moral: la conveniencia de esperar un tiempo prudente para la iniciación sexual, simbolizado aquí por los cien años de sueño de la durmiente y el castillo cubierto de zarzas donde los príncipes que llegan antes de tiempo encuentran su infortunio. Pasado este tiempo, las zarzas dejan entrar al Príncipe Azul, que será el elegido para ese primer encuentro: él y no otro es el adecuado. No es coincidencia, pues, que el nombre de la bella durmiente siempre sea Rosa, Rosalinda, o un nombre derivado, puesto que dicha flor es una metáfora sexual de larguísimo recorrido en la literatura universal.
Más allá de interpretaciones freudianas, legítimas o no (no las descartamos, pues tienen una justificación antropológica razonable), el cuento tiene una primera lectura aparente que será la que disfrutarán los pequeños lectores a los que va dirigido el cuento.
El librito de Desván de Hanta es una magnífica oportunidad de recuperar este cuento, narrado en detalle (se extiende a lo largo de 126 páginas), y con las miniaturas de Arthur Rackham, que, si bien no son lo más destacado de su producción (¡son sombras, al fin y al cabo!), le dan un alegre toque finisecular y hasta rococó al cuento. Todo ello combinado resulta un bocado exquisito.
'La bella durmiente'
Versión de C.S. Evans
Traducción de Anselmo G. Delaware
Ilustraciones de Arthur Rackham
Desván de Hanta, 2014.
Rústica con solapas; color y b/n. 126 pgs. 12€
ISBN: 978-84-942747-5-6
Más información | Ficha en Desván de Hanta
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